Hoy hace diez años del día que cambió el mundo. A algunos les parecerá una exageración, la caída de las Torres Gemelas tuvo lugar a miles de kilómetros de ellos, pero sus consecuencias nos tocaron (y nos tocan) a todos muy de cerca.
Las guerras de Afganistán e Irak, Guantánamo, el 11-M, las normas que nos hacen descalzarnos en los aeropuertos, la crisis económica... En un mundo global, lo que ocurre en una parte del planeta repercute en la otra.
Hoy se recuerda a las personas que murieron aquel día con la inauguración de un monumento en el lugar que ocupaban las torres. Otras nuevas se construyen en la llamada Zona 0, en un intento de volver a la normalidad. Pero diez años después, la normalidad no ha vuelto.
El Memorial a los caídos, en el lugar que ocupaban las Torres Gemelas de Nueva York. |
La muerte de 2.983 personas aquel día de septiembre sirvió de excusa para muchas cosas. Se comenzó una guerra en Afganistán y otra en Irak, esta última por razones oscuras (desde luego, no por unas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron) y se permitió la tortura sistemática de sospechosos en Guantánamo. Recordemos que algunos de los torturados viven hoy libres en nuestro país, pues no se pudo probar ninguna vinculación con el terrorismo. Mientras, Afganistán se deshizo de los talibanes, pero la situación de la mujer es parecida a la anterior de la guerra: la mayoría siguen atrapadas tras el burka, las niñas escolarizadas son atacadas y los talibanes siguen acechando esperando de nuevo su momento.
También nos acostumbramos a que las medidas de seguridad en los aviones rocen el absurdo, como el no poder subir agua a los aviones (pero sí un mechero en el bolsillo). Los atentados del 11-M tuvieran lugar en trenes de cercanías y el 7-J en buses urbanos, pero por ahora no nos hacen descalzarnos cada vez que vamos al centro. En cualquier caso, el aumento de las medidas de seguridad tampoco parece que hayan cortado las alas a los terroristas.
La inseguridad ha crecido en todo el mundo. Tras el 11-S llegaron el 11-M y el 7-J, pero también cientos de atentados en Afganistán, Irak, Pakistán, India, Marruecos... que muchas veces se olvidan pero que tienen el mismo sello: el terrorismo islámico. Y con él vinieron la confusión entre musulmanes y terroristas y el aumento de la xenofobia.
Este año es especial no solo porque haya pasado ya una década, sino también porque es la primera conmemoración del atentado tras la muerte de Bin Laden. Las dos guerras comenzadas por EEUU tras el 11-S poco tuvieron que ver con su muerte: Bin Laden escapó de Afganistán rápidamente y solo lo encontraron diez años después en Pakistán. Pero Al Qaeda tiene una nueva cabeza y no parece fácil borrarla del mapa.
Todavía hoy ni siquiera se han terminado de reconstruir la Zona 0. Dificultades en la planificación y la burocracia se han unido a una crisis económica que mucho tiene que ver con los atentados. Estos trajeron el temor a una guerra y el miedo no es un buen aliado de la bolsa. Los bancos se liaron a dar créditos sin mirar si los deudores podrían pagar y la burbuja inmobiliaria se fue hinchando en EEUU. Cuando explotó, la metralla llegó a todas partes, desde Grecia a Somalia.
Diez años después, en definitiva, el mundo ha cambiado mucho, y desde luego no para mejor.
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