Las críticas al sistema bancario, a la corrupción y el capitalismo pueblan la obra y la similitud con la situación actual hace reír por no llorar. Hay que recordar que, aunque por el tema pueda parecer actual, Bertolt Brecht escribió la obra en 1928. Nada nuevo bajo el sol, al menos en lo básico.
Lo mejor de cada casa, sobre las tablas del Principal. Foto: Heraldo |
Antes de la obra, se avisó de que parte del reparto tenía laringitis. Si no lo hubieran dicho, probablemente la mayor parte del público ni nos hubiéramos dado cuenta. Al fin y al cabo, unas voces con pequeñas imperfecciones parecen más propias de unos personajes salidos de los bajos fondos que las de unos cantantes de ópera.
Otro elemento que a priori podría parecer un inconveniente es que las canciones estén en gallego, pero en realidad transmite una imagen mucho más cercana a la imagen que podemos tener de la ópera (cantada normalmente en alemán o italiano) que si hubieran sido interpretadas en castellano. El único problema es la traducción, que aparece en un luminoso colgado en la parte superior del escenario y que a veces hacía un poco difícil seguir la letra y lo que ocurría en el escenario al mismo tiempo.
El escenario, con solo un par de escaleras y unas trampillas, deja casi todo a la imaginación del espectador. Es la puesta en escena la que da los toques surrealistas, como una imitación a Charlot y una detención al estilo de los títeres de cachiporra, que provocaron las carcajadas del público.
La temporada teatral se ha estrenado con una obra divertida, provocativa y mordaz que pondrá el listón alto a los que vengan detrás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario