23 años de dictadura. Es lo que ha acabado esta semana en Túnez. Aunque formalmente Túnez es una democracia, la persecución a los partidos opositores hacían del país una dictadura controlada desde hacía dos décadas por Ben Alí, que a su vez depuso al anterior presidente, Burguiba, que en 1975 había sido nombrado "presidente vitalicio". Vamos, democracia 100%.
La rapidez con la que se ha desarrollado la revolución hace pensar en la propagación de las revueltas a los países con regímenes similares (como Libia, Egipto...) o en los que ha habido protestas populares en los últimos tiempos (Argelia).
Porque todo comenzó de una forma rápida. Mohamed Bouaziz era un ingeniero informático de 26 años que vivía en Sidi Bou Zid, una pequeña ciudad al oeste de Túnez. En un país con más de un 50% de los universitarios en paro, ser ingeniero no le sirvió para conseguir un trabajo y terminó como vendedor ambulante de frutas y verduras para poder mantener a su familia. Un día, la policía le requisó la mercancía y el carro en el que las transportaba aduciendo que no tenía permiso de venta. Y decidió que no merecía la pena seguir viviendo así, pero tampoco quería callar. Así que el 17 de diciembre se quemó a lo bonzo en el centro de la ciudad en protesta de la situación que había vivido. Murió el 3 de enero. Cientos de personas acudieron a su funeral, que se convirtió en una gran protesta contra el gobierno. Bouaziz ya era el "mártir de la revolución tunecina", la "revolución del jazmín", la flor que simboliza al pueblo tunecino.
Las protestas contra la corrupción y el desempleo continuaron y algunos manifestantes murieron por la fuerte represión policial. Cuando Ben Alí destituyó a su primer ministro el día 12 para intentar frenar su caída de popularidad ya era tarde: tres días más tarde, Ben Alí huía de Túnez. El primer ministro ocupó el vacío de poder en un primer momento, hasta que el Consejo Constitucional decidió que fuera el presidente del parlamento el nuevo presidente del país hasta que dentro de 60 días haya elecciones.
La transición democrática contrasta con la violencia en las calles. Los saqueos y asesinatos se han extendido por el país durante este fin de semana y son muchos los que acusan a los leales del Ben Alí de ser los culpables. Mientras, el gobierno interino mantiene el toque de queda y el ejército y las patrullas ciudadanas intentan pacificar la situación. Por otro lado, algunos de los descontentos con el anterior régimen han saqueado las casas del antiguo presidente y uno de sus sobrinos ha aparecido asesinado.
Túnez se ha desecho de un dictador pero le queda un largo trecho para conseguir la democracia.
EDITO [22:25, 17/01/2011]: Si queréis saber más y conocer la opinión de alguien que esté viviendo todo esto, A Tunisian Girl es el blog de Lina Ben Mhenni, una universitaria tunecina crítica con el anterior gobierno.
La rapidez con la que se ha desarrollado la revolución hace pensar en la propagación de las revueltas a los países con regímenes similares (como Libia, Egipto...) o en los que ha habido protestas populares en los últimos tiempos (Argelia).
Porque todo comenzó de una forma rápida. Mohamed Bouaziz era un ingeniero informático de 26 años que vivía en Sidi Bou Zid, una pequeña ciudad al oeste de Túnez. En un país con más de un 50% de los universitarios en paro, ser ingeniero no le sirvió para conseguir un trabajo y terminó como vendedor ambulante de frutas y verduras para poder mantener a su familia. Un día, la policía le requisó la mercancía y el carro en el que las transportaba aduciendo que no tenía permiso de venta. Y decidió que no merecía la pena seguir viviendo así, pero tampoco quería callar. Así que el 17 de diciembre se quemó a lo bonzo en el centro de la ciudad en protesta de la situación que había vivido. Murió el 3 de enero. Cientos de personas acudieron a su funeral, que se convirtió en una gran protesta contra el gobierno. Bouaziz ya era el "mártir de la revolución tunecina", la "revolución del jazmín", la flor que simboliza al pueblo tunecino.
Jóvenes manifestantes tunecinos. AFP |
Las protestas contra la corrupción y el desempleo continuaron y algunos manifestantes murieron por la fuerte represión policial. Cuando Ben Alí destituyó a su primer ministro el día 12 para intentar frenar su caída de popularidad ya era tarde: tres días más tarde, Ben Alí huía de Túnez. El primer ministro ocupó el vacío de poder en un primer momento, hasta que el Consejo Constitucional decidió que fuera el presidente del parlamento el nuevo presidente del país hasta que dentro de 60 días haya elecciones.
La transición democrática contrasta con la violencia en las calles. Los saqueos y asesinatos se han extendido por el país durante este fin de semana y son muchos los que acusan a los leales del Ben Alí de ser los culpables. Mientras, el gobierno interino mantiene el toque de queda y el ejército y las patrullas ciudadanas intentan pacificar la situación. Por otro lado, algunos de los descontentos con el anterior régimen han saqueado las casas del antiguo presidente y uno de sus sobrinos ha aparecido asesinado.
Túnez se ha desecho de un dictador pero le queda un largo trecho para conseguir la democracia.
EDITO [22:25, 17/01/2011]: Si queréis saber más y conocer la opinión de alguien que esté viviendo todo esto, A Tunisian Girl es el blog de Lina Ben Mhenni, una universitaria tunecina crítica con el anterior gobierno.
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