El combate tuvo lugar ayer por la mañana. En un lado del ring (el palacio presidencial) se encontraba Ana Pastor, periodista de Los Desayunos de TVE, y en el otro Mahmud Ahmadineyad, presidente de Irán. La pelea fue dura: Pastor le pedía al presidente que se mojara respecto a Libia y que hablase de los líderes opositores encarcelados. Ahmadineyad replicaba dando muestra de unos buenos reflejos: ¿quién vendía armas a Gadafi? ¿Ha mejorado la situación de Irak y Afganistán tras las invasiones occidentales? Claro, el presidente se debía oler por donde iban a venir los golpes desde que aceptó la entrevista...
Ana Pastor y Mahmud Ahmadineyad, frente a frente
Hoy la prensa española (y muchos usuarios de las redes sociales) dan como ganadora del combate a Ana Pastor. Y sin embargo... Se supone que la gracia de una entrevista es conseguir que el entrevistado diga algo interesante, diferente, obligarlo a salirse del guión que utiliza, sobre todo en el caso de los políticos. En esta entrevista no hubo nada de eso: por no perder, Ahmadineyad no perdió ni la sonrisa. No es porque Ana Pastor no lo intentara. Pero si ella le atacaba con la condena del Parlamento Europeo a las penas por homosexualidad o adulterio existentes en Irán, él respondía que ese parlamento no está elegido por su pueblo. Si ella hablaba de la detención del cónsul español por observar una manifestación antigubernamental, él le replicaba que las relaciones entre los dos países eran buenas... Pastor reformulaba las preguntas, daba explicaciones cuando Ahmadineyad desbarraba (que no fueron pocas veces), pero nada. Ni una sola declaración nueva.
Eso no quiere decir que la entrevista fuera mala. Cada cual tiene sus gustos y aunque a mí me moleste un poco la actitud de la periodista, ese ataque tan frontal que se le ve venir a kilómetros de distancia, a muchos les encanta. Pero tampoco quedará en la memoria como una gran entrevista. En cualquier caso, conseguir una entrevista a un presidente de gobierno que de vez en cuando está en boca de todos, no está nada mal.
PD. En el fragor de la batalla, el pañuelo que cubría la cabeza de la periodista se cayó. Esta anécdota ha sido una de las cosas más comentadas de la entrevista (normal, a falta de otra cosa). Pero el pañuelo se cayó y no pasó nada: la entrevista siguió y el presidente ni siquiera le hizo una señal a la periodista para avisarle. Qué pena, con lo que hubiera dado de sí la cuestión si lo hubiera hecho...
No hay comentarios:
Publicar un comentario