A muchos el nombre de Aung San Suu Kyi les suena a chino. Casi, casi, es birmano. Suu Kyi es la líder del movimiento democrático birmano y tenía una condena de 18 meses de arresto domiciliario. Suu Kyi ha ido encadenando condenas y ha pasado 15 años arrestada. ¿Su delito? Abogar por la libertad en un país dirigido por los militares desde 1962 y ganar las únicas elecciones libres del país en 1990. Evidentemente, los gobernantes obviaron el resultado y siguieron con la dictadura.
Suu Kyi es hija de un general birmano que firmó la independencia del país y que fue asesinado. Tras vivir durante años en India, en 1988 regresó a su país y se involucró con la Liga Nacional para la Democracia, que ganó las elecciones de 1990. La acción de Suu Kyi en su país se vio recompensada en 1991 con el Premio Nobel de la Paz. El gobierno birmano le ofreció exiliarse, pero no lo aceptó y fue apresada. No aceptó incluso cuando su marido cayó enfermo y murió sin que ella pudiera volver a verlo.
En 2007 tuvo lugar la llamada "Revolución Azafrán", en la que monjes budistas pidieron la democratización del estado. Aung San Suu Kyi, cuyo pensamiento se basa en las enseñanzas de Gandhi y el budismo, fue uno de los símbolos de la rebelión, ya que numerosas manifestaciones pidieron su liberación.
Pero la revolución fue sofocada a costa de quién sabe cuánta sangre y ella siguió recluida. No ha sido hasta hoy, cuando ha expirado su última pena, que ha sido liberada. Por ahora, al menos 1.500 personas esperan su liberación en la puerta de su casa.
Esperemos que esto sea una señal de la llegada de la democracia al país, aunque solo sea un primer paso.
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